Escríbelo.

Y entonces pasa; te ves un domingo cualquiera en mitad de una carretera que te acerca a cualquier parte menos a ti, dejando atrás la ciudad que quiso ser Agosto una vez en Diciembre.

Apenas distingo las luces, no sé si el cristal está empañado o son mis ojos, tal vez. Conscientes de que volver siempre implica despedirse del lugar dónde te quise casi tanto como a mí. Sabiéndome una vez más, cerca.

Cada kilómetro hacía ti son pasos retrocedidos en esta carretera que hoy bien puede ser mi vida, aun difuminada, me quiere guiar.

No sé que tienes en los ojos que cuando miras desaparecen las dudas. Ojalá alguien pudiese entenderme cuando hablo de la manera en la que se encoge el mundo cada vez que me abrazas.. seguirá siendo la manera más bonita de rompernos, aunque ahora yo esté aquí recogiendo una vez más los trozos.

Y sin avisarme el invierno se hace hueco aquí en mi pecho,  ahora que no puedes verme ni salir de aquí.

Tal vez lo que no nos cuentan del amor es ésto.

Y a pesar de ser, lo bonito del amor no es lo que pides, sino todo lo que eres capaz de dar.

Siempre elegiría tu libertad desde mi jaula, a la mía de no haberte conocido.

Hasta siempre, amor.IMG_4540

 

 

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Desvanecerse.

Jueves, 23 de Noviembre; 1:26.

Y sigo sin saber por dónde empezar a escribir.

Madrid duerme y el silencio cada vez está más dentro. Hacía tanto tiempo que no me enfrentaba a un folio que se me había olvidado la sensación de vacío que produce tener tanto que decir y no poder hacerlo.

Supongamos que hay aviones que se estrellan antes de despegar y aún así sueñas con levantar vuelo. Pero nunca llegas a ninguna parte, y cierras los ojos.. porque así nada malo puede pasarte, aunque el golpe ya está ahí.

¿Quién se iba a atrever a hablarme a mí de altura? ¿O qué cojones hago yo hablándote a ti de aviones?

En fin, que lo que venía a contarte es que el miedo es la excusa de los cobardes y que mis metáforas son una mierda pero serán siempre mías. Y no se te ocurra volver a subirme al cielo si luego piensas soltarme.. porque ésta es la última caída que te dedico.

Yo, que habría aprendido a andar solo por seguir tus pasos, cuando tus ritmos no me sientan bien.

Puedes estar orgulloso, me has enseñado todo lo que no sabía, que yo siempre lo estaré de ti.

Te he visto brillar detrás de los focos y esa es la luz que irá conmigo a donde pueda llegar.

Y te prometo, desde aquí que no me oyes, que mi luna irá siempre contigo.

Ya no existen palabras que puedan salvarnos aunque seas capaz de leer tu nombre entre estas líneas.

Te odio, muy bajito y al oído, pero siempre de verdad.

Esta vez es con mi letra.

Y guárdala, olvídala o grítala.. pero déjala salir.

Avui, demà i sempre.

Son tus ojos cansados los que me enseñan que el tiempo a veces pesa demasiado.

Los surcos que te dibujan las emociones en tu piel gastada tienen tanta vida todavía como historias que nunca me cansaré de escuchar.

Imagino que es la risa acumulada en las líneas que rodean tu mirada lo que te hace tan valiente. Nunca unas manos tan pequeñas habían sujetado tantas vidas, y a ti todavía te extraña que cada día aguanten menos peso. Es que ya no existe el peso porque tú nos enseñaste a repartirlo.

Y aun así cómo me cuidan.

Éramos muy niños para entender que los trucos que nos hacías con ellas hoy se han convertido en magia. Como tus cosquillas que terminan arañándonos el alma, y dejándonos las cicatrices más bonitas que vamos a sentir nunca.

Al final lo que cuenta es la vida que guardan tus años, capaces de llorar con nuestras lágrimas y de reír con nuestra felicidad más que con la tuya propia, esa que dejaste a un lado tantas veces por nosotros.

No tenemos vidas suficientes para saldar esta deuda tan grande.

Estoy bien, nos dices esbozando tu media sonrisa, como si por eso dejásemos de sentir tu dolor.

Y nosotros, contestamos, porque aún así eres capaz de olvidarte de ti.

Déjanos demostrarte todo lo que nos has enseñado.

Tú que todo lo cuidas, todo lo curas y nada esperas; es nuestro turno.

Ojalá algún día puedas entender que gracias a la vida que te falta, hoy respiramos nosotros.

Infinitamente gracias.

Raíces. 

Recuerdo a mi madre repitiéndome que siempre andaba sin saber a dónde iba, que hacía largo el camino más corto por no pensar antes de dar el primer paso. Cómo si a mí en algún momento me hubiese importado el cuándo.
Lo que ella veía duda yo lo convertía en certeza, y es que quizá ella me llamaba despistada cuando en realidad quería decir que mi cabeza siempre estaba en algún lugar lejano, y nunca se equivocó. No por ello desatendía el camino, pero siempre descubría algo nuevo a pesar de andarlo cada día. 

Quizá me llamaba descuidada cuando en realidad quería decir que a veces también es necesario dejar de mirar al cielo y prestar más atención al suelo. 

De ahí que piense que aprendí a volar antes que andar. 

Imagino que nunca entenderé tan bien la tierra si la comparo con cualquier otro elemento. Y os prometo que la adoro, pero centrarse en ella es obviar un universo. 

A fin de cuentas es la única que levanta muros y los llama fronteras, por la que nos han hecho creer que estamos limitados, y yo sé que no es tu culpa, pero nunca creí en los finales, ni sentí la pertenencia a ningún lugar concreto. 

Donde todo empieza y todo acaba. 

Brota vida y sepulta memoria; siempre buen lugar perderse. 

Testigo ciego de batallas en tu nombre, nadie entiende tus verdaderas raíces. 

Sin ser de nadie todos quieren poseerte, y hoy recuerdo a mí madre repitiéndome: la posesión siempre acaba en destrucción. 

23.Octubre 

Y llegados a este punto voy a pedirte una cosa: no te lo creas todo. Van a intentar hacerte daño, tarde o temprano pasará pero no te preocupes porque eso te hará muchísimo más fuerte. Van a prometerte más, la primera vez incluso lo creerás y está bien porque eso demostrará que tú inocencia aún no se ha ido. Y que no se termine de ir nunca, mirar con ojos de niño hace la vida bonita. La segunda vez mirarás dos veces. Te dirán que hables, luego que calles, luego que rías y después que no lo hagas tan fuerte. Pero a ti llegará un momento que deje de importarte. Intentarán aconsejarte, incluso dirán que no podrás hacerlo, y eso es otra prueba más de que eres capaz de todo. Te romperán el corazón y no una ni dos veces.. pero tranquila pequeña, eso significa que estás viva y que sentir te hace aún más especial. Querrán quitarte las ganas, tú misma lo harás a veces, pero nunca nada ni nadie será tan fuerte como para que dejes de tenerlas, ni siquiera tú. Crecerás tan rápido que no te darás cuenta que los pasos que estás dando hoy son los que construyen la mujer que serás mañana, y tropieza todo lo que haga falta, solo son maneras de aprender. También te darás cuenta que nunca dejarás de hacerlo. Cuando creas que no puedes más mira a tu lado y agárrate a lo que te haga feliz, tienes tantas cosas por las que serlo.., aunque ahora solo veas unas pocas. 

Quiere mucho y casi nunca tengas miedo. Nunca te pasará nada que no puedas superar. Equivócate una y otra vez y jamás te escondas. Escucha a todos los que tengan algo que decir, pero nunca dejes de pensar como tú quieras pensar. 

Pon algo tuyo en cada cosa que hagas y dedícate a lo que te haga feliz, sea lo que sea en el momento que sea. 

Algún día sabrás alejarte de todo lo que te duele. 

Quizá hoy no entiendas todo lo que te quiero decir, pero poco a poco lo irás haciendo. Desde aquí solo decirte que pases por lo que pases, hace 14 años que tú hiciste nuestra vida más bonita, y que en ningún momento estarás sola. Estaré contigo cada vez que te acerques a lo que eres, seas lo que seas. 

Y hoy solo son catorce años, puede que no te acuerdes ni de la mitad de las cosas que recuerdo yo, pero adoro verte crecer y estoy muy orgullosa de ti. Eres valiente, y algún día sabras lo importante que es. 

Felicidades mi muñequita. Feliz día hoy, y todos los demás. 🖤

Precarias razones. 

¿Y si dejas de susurrar? ¿De exigir, de escudriñar, de manosearlo todo? ¡Qué cansado! Y qué aburrido. ¿Y si aparcas las intenciones, las malditas metáforas, las conclusiones, la arrogancia y la ironía? ¿Y si creces de una vez? Sentado en la cocina, no precisamente el cuarto más caliente de la casa, me dispongo a querer de veras, aunque para ello tenga que poner el corazón de una vez por todas en su sitio. Te veo claramente, apenas desfigurada, que decía Éludard. No más trucos, el tiempo de jugar a bandoleros ha pasado. Me veo obligado a hablar por más que no diga nada importante, ni interesante siquiera, Qué remedio. No estaré solo si puedo evitarlo, y puedo evitarlo si quiero evitarlo. No voy a callarme precisamente ahora. Sólo los niños se aprovechan del silencio para darse lustre, para hacerse notar, para esgrimir sus precarias razones. Los hombres hablan aun a su pesar y se condenan a vivir con lo dicho, con lo hecho, no hay otra manera de vivir.
Sentado en la cocina, me dispongo a renunciar a la grotesca impostura de querer en sueños, a la francesa. Una disposición muy noble, sí señor, una que ya demoraba su presencia. La espalda recta, el ánimo bien despierto, resuelto. Se enciende y se apaga la caldera, obligada por su eficiente termostato, calentando el salón, el estudio, el dormitorio, pero no hay radiadores en la cocina. El frío ayuda, espabila, obliga al corazón a dejarse de tonterías. El frío es la mar de saludable en asuntos de amor. Hay que tomarse estas cosas con ridícula seriedad o no mencionarlas en absoluto. Si hay que hacer más café, se hace, cualquier cosa con tal de evitar que nos venza el cansancio. No desfallecer es lo esencial, llegados a este punto. Bien mirado, no es de extrañar el desastre que me precede, nunca antes demostré tal entereza; me conformaba, supongo, con el rumor infantil de las ensoñaciones, con la temperatura amable y engañosa de las habitaciones más calientes de la casa. No era capaz entonces de soportar el frío, me quejaba, como los niños que protestan por cualquier cosa y lo desean todo sin desear nada y se aburren a cada rato de sus regalos nuevos. Pero ese tiempo ya ha pasado, este tiempo es otro. Ni sanvalentines, ni puñetas. Ni cartas de amor, ni zarandajas. Ni licores, ni flores. Un café más y a lo que íbamos.
Sentado en la cocina ya no imagino nada y me remito a los hechos. Hay datos exactos, pruebas, decisiones tomadas. No me tiemblan las manos a la hora de dar puñetazos en la mesa, el ruido de los nudillos contra la madera se extiende por el pasillo, es muy posible que lo escuches. No lo hago por distraerte, sino para darme la razón, para decirme que sí, que es cierto. No estoy ya para andar como los gatos, en silencio y como quien no quiere la cosa. Puedo hablar en voz alta y lo hago. Si de amar se trata, amemos, pero no como los niños, o los poetas. Sin gemidos ni reproches, sin desmayos, sin señuelos. Que no se diga que el tiempo nos pasa por encima para nada. La paciencia humana tiene sus límites y la mía está agotada. No mentiré de nuevo, las herramientas a cierta edad deben sustituir a los juguetes, también ha cambiado el tamaño de nuestros dedos. Dejemos que la edad haga su trabajo.
Ya no es posible pretender amar solo en febrero, ni al tuntún de la luna y las mareas. Si se apagan las velas, que se apaguen; si se mueren las rosas, que se mueran; si se pierde un guante, bien perdido está. Nada se parece a ti, y por tanto me parece conveniente no compararte con nada. Más que harto estaba ya de la traición gélida de los espejos. De la trampa y el cartón de los misterios y la coquetería boba de las leyendas, los laberintos, los crucigramas.
Sentado en la cocina y apoyada la espalda contra el frío real, me dispongo por fin a quererte, pero no como los niños, no con ese amor caprichosamente desesperado, no entre los tesoros que en realidad no tengo, sino en serio.
Con las palmas de las manos hacia arriba y los ojos bien abiertos.

Ray Loriga


Domingo, tarde.

A mí no me hables de tiempo.

Ni de espacio.

Soy capaz de desmontar cualquier teoría.

A mí no me hables de amor.

Ni busques entenderme en mi intención.

Soy capaz de desarmarme con tu ejército delante.

A mí no me hables de ti.

Ni de esa manera tuya a la que llamas querer.

Soy capaz de deshacer todos los nudos.

 

A mí háblame de universos, de tus puestas de sol y tus amaneceres.

Háblame de lo que piensas antes de cerrar los ojos.

De tus metas, tus caídas y cada uno de tus logros.

De tus miedos, de tu risa y tus manías.

De tus dudas y certezas.

De viajes y destinos.

Háblame de libertad pero nunca de tiempo,

ni de amor,

ni de ti.

Porque si yo no sé con qué sueñas,

jamás sabré hacerlos recuerdos. 

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Tormenta y firmamento.

Es de los que miran al cielo como si hubiese salido de él.

Cuando todo pesa sus ojos se inundan de galaxias infinitas, desafiando toda ciencia que afirme que el universo no cabe en ellos.

Cuando mira es tormenta y firmamento; guarda las puestas de sol más bonitas en sus retinas y amaneceres en sus ojeras.

A veces entro en su luz y mi fuego se hace aire. Respira y todo lo demás se apaga.

Por su boca creo en la magia. Incluso cuando dispara.

Si sonríe desaparece toda la poesía del mundo y se concentra entre sus comisuras, y esa es mi cita favorita. (Ya lo decía Benedetti)

No existe injusticia capaz de callarla. A veces susurro y a veces grito. A veces arte y otras caos.

A veces cura y siempre guía.

En sus manos lo más grande es pequeño, capaces de romper cualquier cadena. Capaces de derrumbar cualquier muro.

También saben parar el tiempo y soportar el peso. Saben soltar y volverse alas. Ignoran el vértigo.

Sus brazos abarcan el mar que baña su corazón azul. Agua que calma su fuego.

Con sus pasos construye caminos obviando las líneas rectas. Hace de su vida laberintos y cordilleras enteras de emociones. Frena al borde del abismo y dibuja puentes que resisten como palmeras al huracán.

Provoca incendios y devuelve vida.

Si se escapa, lo dejo ir.

Aprendo a ser viento que impulsa su vuelo, a ser hogar por si necesita descansar.

Verano salvaje.

Cerrar los ojos y correr por cualquier carretera, no mirar atrás jamás.

Dejar que el viento haga su trabajo, baila con él. Nos sobra la ropa.

Volemos alto, más alto; me gusta oírte respirar. No pares aún.

Sígueme, no te rindas. Abre los ojos, suelta el humo y abrázame.

Tírate al suelo. Cada vez más cerca del cielo amor. 

Grita, grita más fuerte.

Olvídate de todo, piérdete en mis ojos mientras te desnudan.

Disfruta del viaje; vamos a prometernos todo, vamos a olvidarnos mientras amanece.

Miénteme, ya no te creo.

¿Disfrutar? Podrías ser el mejor, no me cansaré de repetírtelo a oscuras.

Vive deprisa, no hay tiempo para pensar; ayúdame a dejar de hacerlo.

Aguanta conmigo el bajón.

Todo da vueltas, te veo, lo quiero todo. No me canso.

Te prefiero más allá de mis fronteras.

Aguanta conmigo el bajón o dame más, no me quiero despertar.

Brillante y rota. Qué ojeras tan interesantes.

Cuántas vidas has tocado y qué pocas has sujetado.

¿Eres capaz de recoger los trozos? Lo siento. Te siento.

Rompe las cadenas, desarma los mitos.

Muerde mi luna.

No pierdas de vista el cielo.

Encuentra la paz de mis guerras.

No existe fuerza que no pueda vencer.

Aunque el miedo viene grande. 

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Y se les llena la boca.

Estamos llenos de carencias.

Después de varios días entiendo que mi mayor miedo es el vértigo, y no estoy hablando de altura.

Sentir que la vida pasa y que cada vez se parece menos a todo aquello que una vez imaginé.

Con los pies en la tierra y cada vez con más ganas de volar. Seguramente sea el vértigo advirtiendo que ahora es tiempo de aprender a andar.

Mire donde mire la decepción se abre paso entre las dudas, será que ahora solo veo a través de mis ojos, que aún brillando como siempre ven como el mundo se rompe y nadie está por la labor de juntar los pedazos.

Ignorantes todos los que creemos que rompiéndose él no nos partimos nosotros, irracionales luchando contra un sistema que tiene el odio por bandera, y libertad como una moda y no una forma de vivir. Y se les llena la boca. 

Donde todo daña y pocos curan.

Donde ser mujer se ha convertido en ser valiente, obligándonos a contender una guerra que no debería ser nuestra. Ojalá vieseis como hacemos cada día de la calle nuestro campo de batalla, de nuestra vida un esfuerzo. Que veintisiete en lo que va de año sea una estadística más, demostrando que para tantas ni en casa se puede bajar la guardia. Nunca es suficiente, seguro que lo andábamos buscando.

Donde la venda que nos ponen en los ojos se tiñe de rojo, de una sangre que debería ser la vuestra y no la nuestra. Otra guerra que no nos corresponde. Y aun así no pasa nada, mientras nos siguen matando para que unos pocos vivan. ¡Y cómo viven!.

Cargando contra los que huyen por mirar tantas pantallas y tan pocos ojos. Por creer a los que dicen estar en contra de un terrorismo que llevan en vena, y en la cartera. 

Y de repente la lluvia haciéndo su trabajo. Ni siquiera diferenciamos cuando el cielo intenta hablarnos.

– «¿Cómo hemos llegado a esto?» 

La banda sonora de nuestro futuro. Y mira que no soy de hablar del tiempo.

Prefiero el vértigo, que aún sintiéndolo más dentro que nunca, jamás me quitará las ganas de volar.

 

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